sábado, 31 de julio de 2010

el miércoles pasado

El tipo de Moby, donde venden cosas para piletas, sobre Colectora, Colectora y Triunvirato, me ve llegar emponchado (salía de una gripe) y me dice bueno, bueno, bueno, acá está el que convirtió este trabajo en verdad existencialista, este no es cualquier cliente, vamos a ponerle una foto, acá. Después habló de la nota de Ñ y dijo algo así como lo único es que acá parece Estambul, ¿quién escribe eso?, describe un lugar que desconozco totalmente... Antes, una clienta (Balbastro y Alvear, Claudia, antropóloga) me había parado en seco. Tengo que hablar con vos. Tomá, lo que te debo (me da un billete de 100), lo que sobra anotalo. Y decime, ¿así que sos escritor? Después habló como media hora. Ya tengo tu novela, voy por la mitad. Me gustó lo del cloro y la lavandina. Y lo del alemán que te hace trabajar con lluvia. Estoy esperando a ver cuándo aparezco. En algún momento pienso que puede ser, como hablás de Balbastro. O a lo mejor es demasiado, ¿no?, ¿me creo muy importante, no? Pero bueno, espero algo así como la loca que encierra al perrito, o la gorda que va en bici con la raqueta (es que la señora pasa muuucho tiempo jugando al tenis en el Caza y Pesca).  Y entonces me cuenta de un jardinero-piletero que tenía antes. Se llamaba Gustavo y no apareció más. ¿Vos lo conocés? Es uruguayo. ¿Se habrá vuelto a Uruguay? Es que tuvo un problema muy grande, acá, y vos le heredaste todos los clientes de esta cuadra. Parece que el tipo estaba un poco cansado. Y había un perrito (caniche) que cada vez que pasaba la máquina de cortar pasto lo volvía loco. Hasta que un día la levantó un poco y el perrito pasó por abajo. Claudia se encontró a la dueña en la veterinaria con el perrito y una pata amputada. La vieja decía que le iba a hacer juicio a ese hijo de puta. ¿Quién se cree que es? Mientras Claudia habla pienso en el perrito que ella misma guarda cada vez que voy. Yo no uso máquinas capaces de matar perros, pienso. Igual es bueno que tenga cuidado, porque los perritos esos te sacan de quicio, posta. Podría agarrarlo y ahogarlo en la pileta, tranquilamente. Cuando me voy pienso en Gustavo y en el Tavo de la novela. Capaz que sean el mismo.

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